¿Por Qué la Traducción de la Biblia Es Importante?

Como punto de partida para una reflexión sobre la traducción de la Biblia como una parte de la misión de Dios a la humanidad, tomemos a Juan 20:21:
«La paz sea con ustedes. Así como el Padre me envió, también yo los envío a ustedes» (RVC).
Hay varias maneras en las cuales podemos reflexionar sobre este versículo que nos ayudará a explorar nuestras responsabilidades y también a captar la esencia de lo que consiste la traducción de la Biblia.-
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Jesús Invirtió en las Personas

Para el tiempo de su ascensión, Jesús tenía once discípulos íntimos y un número indeterminado de otros seguidores. En términos de éxito medible, el ministerio terrenal de Jesús no produjo gran cosa (¡en la cultura actual él habría estado en peligro de que le retiraran sus fondos!). Jesús invirtió la mayor parte de tres años en las vidas de sus discípulos; esto es una dedicación asombrosa de tiempo y energía de parte del Creador del mundo. Simplemente, piense en todos los milagros que podría haber hecho, si hubiera escogido hacerlo.
Por supuesto, el resultado fue que a pesar de ese comienzo nada prometedor, los discípulos de Jesús, con el poder del Espíritu Santo, llegaron a ser catalizadores para un movimiento mundial.  Podemos aducir que el ejemplo de Jesús nos muestra que la primera tarea de cualquier obra misionera es invertir en las personas de modo que tengan la capacidad de llevar adelante la obra por sí mismas e incluso reproducirse. Para los traductores de la Biblia, esto implica que su responsabilidad primaria es equipar a los traductores, y no sencillamente traducir las Escrituras por sí mismos. Pensando en esto, vale la pena señalar que incluso en el momento de su ascensión, después de tres años de contacto cercano, Jesús no veía a sus discípulos como capaces de llevar adelante su obra; les dijo que debían esperar la venida del Espíritu. De la misma manera, preparar a traductores de la Biblia es una tarea lenta y multifacética. La preparación académica es parte del paquete, pero los traductores necesitan algún tipo de estructura de respaldo más amplia a fin de estar verdaderamente equipados para hacer el trabajo. No hay atajos.

Jesús Vino como Sacrificio

Servir a Cristo es un profundo privilegio, pero nunca debemos perder de vista el hecho de que también es una vida de sacrificio. No somos llamados a tomar las cosas con calma, sino a tomar nuestra cruz (Lc. 14:27). Todos los que están involucrados en la traducción de la Biblia, ya sean ejecutivos misioneros, los que dan su sostenimiento desde sus lugares de residencia, misioneros expatriados o traductores locales, todos están llamados a una vida de sacrificio y servicio.  Algunos dan tiempo y dinero, otros sacrifican mucho más, incluso al punto de dar sus vidas. Hay una tendencia en el cristianismo occidental de ver la vida cristiana como si fuera esencialmente una vida de realización propia; esencialmente somos creyentes por lo que podemos obtener del cristianismo. No hay duda de que hay una gran cantidad de satisfacción y gozo que se pueden derivar de la participación en la misión (y la traducción en particular), pero no todo se trata de eso.

Jesús Vino Predicando el Reino de Dios

Jesús no vino presentando un sermón evangélico típico; vino anunciando la llegada del reino de Dios (Mc. 1:14, 15). Esto no es simplemente el futuro reino que vendrá cuando Cristo vuelva, sino el reino presente demostrado en la vida de su pueblo, la iglesia cristiana. Una hebra clara de la enseñanza de Jesús es que el reino no es simplemente acerca de la salvación espiritual, sino también de justicia y rectitud, y una preocupación por los pobres y los oprimidos (Lc. 4:17, 19).
Este mundo puede en verdad ser “territorio ocupado por el enemigo,” pero el enemigo no tiene el título de propiedad. Él es un ladrón y mentiroso. Nuestra responsabilidad como creyentes es ser buenos mayordomos de la propiedad del Rey.
La traducción de la Biblia es fundamentalmente una actividad del reino. Como Lamin Sanneh ha mostrado, la traducción de la Biblia no sólo les da a las personas acceso a las Escrituras, también da valor a las comunidades y ayuda a los pobres y marginados a desarrollarse más.  El proceso del desarrollo lingüístico y la alfabetización aumentan las oportunidades educativas para los grupos minoritarios y les ayuda a salir de la pobreza que tan a menudo los esclaviza. Es tentador caer en la trampa evangélica moderna de ver la misión como confinada a ministerios “espirituales” e ignorar la agenda más amplia del reino en la enseñanza de Jesús. Hacerlo así es reducir la traducción de la Biblia a poco más que un método eficaz (aunque prolongado) de predicar el mensaje del evangelio. Una comprensión más cabal del mensaje de Jesús pone «la obra espiritual» en un contexto mucho más amplio y nos ayuda a apreciar completamente el efecto e importancia del trabajo de la traducción de la Biblia.

Jesús Se Hizo Hombre

La encarnación del Hijo de Dios en la tierra es el hecho central de la fe cristiana y nuestra responsabilidad primaria es dar testimonio de su vida, muerte y resurrección. Nuestro mensaje no es un sistema filosófico o una religión, sino el hombre, Jesucristo. La encarnación no es sólo la esencia de nuestra fe; también es la esencia de la traducción de la Biblia, proveyendo tanto la posibilidad para la traducción como el modelo para ella.
En Jesús, Dios se hizo un hombre al que se podía ver, tocar y oír (1 Jn 1:1, 2). Dios tuvo una presencia física en nuestro planeta, accesible a nuestros sentidos y de modo crucial, a nuestro idioma.  El idioma humano se ve en aprietos tratando de describir a un Dios trascendental. Los profetas del Antiguo Testamento apilan imagen sobre imagen tratando de captar la grandeza de Dios y con todo eso nos dejan tratando de entender. En Jesús, sin embargo, vemos la gloria de Dios en forma humana (2 Co 4:6) y aunque todos los libros del mundo tal vez no serían suficientes para describir todo lo que hizo (Juan 21:25) el lenguaje humano claramente no tiene problemas para hablar acerca de él.  La realidad de Jesucristo se puede expresar en cualquier idioma por el simple hecho de que él “se hizo hombre, y habitó entre nosotros.” Si Dios no hubiera escogido comunicarse con nosotros en nuestros términos, sino más bien en los de él, entonces ninguno de nuestros idiomas sería adecuado. 
La encarnación de Cristo no sólo provee la posibilidad de la traducción, sino que también provee nuestro modelo. Al hacerse hombre y dejar el cielo para venir a la tierra, Jesús hizo un cruce de culturas que supera toda imaginación humana. Nuestro llamado a cruzar fronteras con el evangelio no se arraiga en la búsqueda de métodos eficientes de comunicación (aunque queremos ser eficientes) sino en el hecho de que él lo hizo primero.
Mediante la encarnación, metafóricamente Cristo se tradujo a fin de que la humanidad pudiera entender la naturaleza de Dios (también sancionó la idea de la traducción de la Biblia citando del Antiguo Testamento en la Septuaginta, traducción al griego del original hebreo).  Debido a la encarnación, la fe cristiana es, en las palabras de Andrés Walls, “infinitamente traducible.” No hay idioma, lenguaje humano o cultura que no puedan apropiarse de la verdad de la revelación de Dios en Cristo. Usted no necesita adoptar el lenguaje y la cultura de la Palestina del primer siglo, para convertirse en seguidor de Jesús. Esto fue subrayado en Pentecostés en donde Dios no revirtió las consecuencias de la torre de Babel, como algunos han dicho, sino que en realidad subrayó a Babel permitiendo que todos entendieran a Pedro en su propio idioma. Dios dio poderosamente su aprobación de la indigenización del mensaje cristiano.
A través de tanto la geografía como del tiempo, la expresión de la fe en Cristo varía enormemente en su expresión externa. Las Escrituras en lenguas indígenas son parte del cuadro más grande de una fe traducida con formas indígenas de adoración y vida comunitaria. Esta indigenización es correcta y apropiada, contribuyendo como lo hace a la expresión de la mayor gloria de nuestro Dios.
La plena confesión de la gracia y gloria de Dios puede tener lugar sólo mediante los coros reunidos de todas las lenguas y culturas humanas. (Guder, Darrell L. The Continuing Conversion of the Church. Editado por Craig Van Gelder, The Gospel and our culture series. (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2000, p.80).)
La responsabilidad del pueblo de Dios, entonces, es cultivar una expresión indígena del evangelio en su situación. Vista desde este contexto, la traducción de las Escrituras ya no es algo opcional y adicional, sino que es absolutamente central a lo que significa ser una comunidad cristiana. A menudo decimos que la traducción de la Biblia es una gran ayuda para la evangelización. Permítanme sugerir, de cierta manera en forma radical, que a la luz de la encarnación la verdad es exactamente lo opuesto. La traducción de las Escrituras es la responsabilidad fundamental misionera de la iglesia cristiana.

La Conversión del Traductor

“La traducción misionera siempre incluye la conversión continua de los traductores evangelistas. El Espíritu, en maneras maravillosas, convierte el decir de ellos y lo que muestran, en su propio oír y responder” (Guder, p.89).
Este tema no esta relacionado con Juan 20:21, sino que fluye naturalmente de la consideración que antecede, así que se incluye aquí. Es una verdad fundamental observada por muchos autores, que el proceso de llevar el evangelio cruzando culturas inevitablemente cambia a la persona que lleva el mensaje.  Esto es especialmente cierto en los traductores. La lucha por expresar la verdad de la revelación de Dios dentro de los límites de una nueva lengua y cultura inevitablemente abre al traductor a nuevas nociones y comprensiones en cuanto a la naturaleza y carácter de Dios. Guder dice: La traducción es un proceso poderoso. Puede descubrir dimensiones de un mensaje que no se había reconocido de la misma manera en previos procesos de traducción.   Lo que los traductores de manera más bien seca denominan buscar términos clave es en verdad una reflexión teológica emocionante sobre la revelación de Dios para nosotros. Las cosas que no son claras o son opacas en una lengua o cultura se vuelven claras como el cristal cuando se las expresa en otras. El traductor tiene la responsabilidad de estar continuamente aprendiendo. Además, si tomamos en serio la idea de una iglesia multicultural, mundial, entonces el traductor también debe estar dispuesto y ser capaz de llevar estas nociones de la nueva cultura de vuelta a su propia cultura.
Un ejemplo de esto pudiera ser las experiencias del autor tratando de entender la naturaleza de la expiación en la cultura Kouya. Los Kouya (comunidad lingüística de Costa de Marfil, África Occidental) ven la salvación como primordialmente una liberación de poderes espirituales, como una transferencia de lealtad del reino de las tinieblas al reino de Dios. Su comprensión de la expiación no niega la sustitución penal, pero añade una profundidad y amplitud de comprensión que está ausente de mucho del comentario occidental. Sin embargo, como nuestra sociedad cada vez más niega la moralidad absoluta y la realidad del pecado, la comprensión Kouya de la expiación puede bien comunicar más claramente a la cultura occidental que el mensaje tradicional.
Parece que esta reflexión de vuelta a la experiencia de la cultura nativa debe ser una parte central de toda estrategia misionera o de traducción. Las razones para esto no son puramente misiológicas; también hay un grado de interés propio. Si podemos llevar el aprendizaje y la comprensión adquirida durante el proceso de traducción de regreso a las iglesias en nuestros países de origen, entonces resultaría en que las iglesias de nuestros países estarían más inclinadas a respaldar y a orar por la obra de traducción.

Conclusión

Así que, ¿en dónde nos deja todo esto? La cuestión clave es uno de visión. Nuestra motivación y visión para la misión empieza con el Cristo encarnado, que irrumpe en la historia sin ninguna reserva, sino vaciándose a sí mismo y a la larga sometiéndose a la muerte en la cruz. Así como Cristo vino al mundo, así su pueblo se esparce por todo el globo esparciendo las Buenas Noticias de un Dios que se tradujo a fin de que nosotros podamos entenderlo. El centro de estas Buenas Noticias es la creación de comunidades indígenas, redimidas que expresan las culturas múltiples del evangelio y todas unidas producen una sinfonía de alabanza a nuestro Dios. La traducción de las Escrituras está en la misma esencia de esto. La traducción no es simplemente una manera de transmitir el mensaje; la traducción es el mensaje.
La encarnación traduce e incorpora el amor de Dios por la creación. Esa traducción del amor de Dios en la historia humana, comenzando con Abraham y llegando al clímax en Jesús, es el riesgo grandioso y de gracia de la misión de Dios. Ese riesgo de traducción se volvió global conforme el evangelio de Jesús se volvió el mensaje misionero de la iglesia primitiva. La iglesia recibió el poder y fue dirigida a cruzar fronteras y a llevar el evangelio hasta lo último de la tierra. (Guder, p.78).

Fuente: wycliffe.net

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