La reina Isabel: una amiga en la fe y una amiga de mi padre, Billy Graham


Cuando mi padre, Billy Graham, falleciĆ³ hace cuatro aƱos, tuve el honor de recibir una carta de condolencia de su majestad la reina Isabel II. ApreciĆ© la amistad entre la reina y mi padre porque se basaba en un amor compartido por Jesucristo y en la fe en la Palabra de Dios.

La reina nunca fue tĆ­mida al compartir su fe cristiana. Una vez dijo: «SĆ© lo mucho que confĆ­o en mi fe para que me guĆ­e en los buenos y en los malos momentos».

La reina y mi padre estaban comprometidos con Cristo, pero vivĆ­an a miles de kilĆ³metros el uno del otro. ParecĆ­a improbable que el granjero de Carolina del Norte llegara a conocer a la reina, pero cuando Dios los atrajo, se formĆ³ una amistad Ćŗnica.

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El dĆ­a en que nacĆ­, mi padre estaba planeando su primera campaƱa de evangelizaciĆ³n en el Reino Unido. La Cruzada de 12 semanas tuvo lugar en la Arena Harringay de Londres en 1954, y fue el inicio del ministerio de la AsociaciĆ³n EvangelĆ­stica Billy Graham en el Reino Unido. John Stott, antiguo capellĆ”n de la reina, calificĆ³ la Cruzada como «la mayor congregaciĆ³n religiosa —120 000 personas—, jamĆ”s vista hasta entonces en las Islas BritĆ”nicas».

Mi padre llegĆ³ a predicar a mĆ”s de 9 millones de personas en el Reino Unido durante los siguientes 37 aƱos, pero sus primeras campaƱas de evangelizaciĆ³n fueron las que lo guiaron a su primer encuentro con su majestad la reina Isabel II.

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En 1955, mi madre y mi padre estaban en Glasgow para una Cruzada de seis semanas, y la BBC transmitiĆ³ el mensaje de Viernes Santo de mi padre a toda la naciĆ³n. La reina Isabel II y el prĆ­ncipe Felipe estaban entre los millones de personas que sintonizaron para escuchar a mi padre compartir el Evangelio de Jesucristo.

Poco despuĆ©s de esa emisiĆ³n, mi padre recibiĆ³ una nota especial del Palacio de Buckingham invitĆ”ndole a predicar en el Castillo de Windsor. AsĆ­ que el 22 de mayo de 1955, mi padre pronunciĆ³ un sermĆ³n ante la reina de Inglaterra y el duque de Edimburgo en la capilla ubicada en los terrenos de la Casa Real. DespuĆ©s, mis padres almorzaron con ellos.

Ɖsta fue la primera vez que mis padres conocieron a la reina, pero no fue la Ćŗltima. La reina Isabel era una mujer de fe sincera, y encontrĆ³ un amigo incondicional en mi padre el evangelista. Se reunieron al menos una docena de veces durante las tres dĆ©cadas siguientes en el Reino Unido, la Casa Blanca y California.

A lo largo de las dĆ©cadas, mi padre rara vez compartiĆ³ mucho sobre sus encuentros. Cuando le preguntaban, respondĆ­a: «Los buenos modales no permiten hablar de los detalles de una visita privada con Su Majestad, pero puedo decir que la considero una mujer de modestia y carĆ”cter excepcionales».


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Mi padre hablaba muy bien de la reina Isabel y, en particular, admiraba su humildad y sinceridad. «Nadie en Gran BretaƱa ha sido mĆ”s cordial con nosotros que su majestad la reina Isabel II», escribiĆ³. «Casi todas las ocasiones en que he estado con ella han sido en un entorno cĆ”lido e informal, como un almuerzo o una cena».

Mi padre describiĆ³ un recuerdo especial de uno de esos ambientes informales en su libro autobiogrĆ”fico, Tal como soy: «Una vez, al visitar a la familia real en Sandringham en 1984, Ruth y yo pasamos junto a una mujer que llevaba un viejo impermeable, botas de agua y una bufanda; estaba inclinada alistando comida para los perros. Al principio pensamos que era una de las amas de casa, pero cuando se enderezĆ³, vimos que era la reina».

Mi padre se comprometiĆ³ a recordar a la reina Isabel y a su familia todos los dĆ­as en sus oraciones, y apreciaba mucho cĆ³mo hablaba a menudo de Jesucristo durante sus discursos pĆŗblicos. En su mensaje de Navidad de 2014, ella dijo: «Para mĆ­, la vida de Jesucristo, el PrĆ­ncipe de la Paz, cuyo nacimiento celebramos hoy, es una inspiraciĆ³n y un ancla en mi vida».

Durante una de las visitas de mi padre a Gran BretaƱa, la reina le pidiĆ³ a mi padre su opiniĆ³n sobre un discurso que iba a pronunciar. «Para ilustrar uno de sus puntos, ella querĆ­a lanzar una piedra en un estanque para mostrar cĆ³mo las ondas se extendĆ­an cada vez mĆ”s. Me pidiĆ³ que viniera a escucharla ensayar el discurso junto al estanque y le diera mis impresiones, y asĆ­ lo hice», recordĆ³ mi padre.

Cuando la reina Isabel pronunciĆ³ ese discurso durante su emisiĆ³n de Navidad en 1975, le recordĆ³ a los oyentes: «Estamos celebrando un cumpleaƱos: el cumpleaƱos de un NiƱo nacido hace casi 2000 aƱos, que creciĆ³ y viviĆ³ apenas unos 30 aƱos… Su sencillo mensaje de amor ha puesto el mundo de cabeza desde entonces».

A continuaciĆ³n, la reina instĆ³ a todos a seguir las enseƱanzas de Jesucristo y a amar al prĆ³jimo. Nos recordĆ³ que nuestras acciones pueden cambiar vidas.

«Si tiras una piedra en un estanque, las ondas seguirĆ”n extendiĆ©ndose hacia fuera. Una piedra grande puede provocar olas, pero aun la mĆ”s pequeƱa cambiarĆ” todo el patrĆ³n del agua. Nuestras acciones diarias son como esas ondas, cada una marca la diferencia, incluso la mĆ”s pequeƱa».

Las ondas del reinado de Isabel II ejercieron su influencia en todos nosotros. Su integridad y firmeza dieron forma a las costas del Reino Unido y a los corazones de sus habitantes. Fue una amiga de mi padre, pero lo que es mƔs importante, fue una verdadera amiga de la fe cristiana.

Estoy profundamente agradecido con su majestad la reina Isabel II, y confƭo en que su compromiso con Dios y su dedicado servicio al Reino Unido tendrƔn un impacto duradero en las generaciones futuras.

Fuente: https://es.billygraham.org/

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