Sam Childers, el exnarcotraficante que se convirtió en Pastor y ahora dedica su vida a rescatar niños en Sudán



Con una biblia en la mano, Sam Childers lleva 18 años trabajando incansablemente por los niños en Sudán del Sur. No sólo los ayuda a escapar de las garras de la guerra, sino que también los alimenta y educa.

A Childers no le importan los peligros que corre en su vida o lo difícil que es mantener a los cientos de pequeños que llegan al orfanato que él construyó, el único objetivo en la vida de este hombre es mantenerlos a salvo de la guerra civil que atormenta a su país… y para ello está dispuesto a todo.-
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Pero para comprender mejor su historia, hay que comenzar por el principio. Childers nació en Grand Forks (EE.UU.), en el seno de una familia de clase media que le daba todo el cariño que podía, sin embargo, desde pequeño fue un chico conflictivo. Su padre, un ex marine de los Estados Unidos, solía decirle que algún día alguien lo mataría si seguía así.
Su adolescencia fue el comienzo de un periodo oscuro que se extendería hasta su adultez. En esos años se involucraba frecuentemente en peleas violentas, vendía drogas duras y mantenía relaciones con mujeres casadas, además era parte de viciosos motoqueros que robaban y sembraban pánico a su paso.
Ese camino lo llevó a convertirse en un shotgunner, un guardia armado para narcotraficantes, gracias a lo cual se volvió todo un experto en armamentos. Realizaba ese trabajo cuando conoció a Lynn, una stripper que le robó el corazón, y con quien se casó al poco tiempo. Ambos tuvieron una hija a la que nombraron Paige.
Tras una fuerte pelea, donde casi asesinó a un hombre a golpes, Sam decidió que era tiempo de cambiar su vida. Fue así como su esposa lo llevó a la Iglesia Asambleas de Dios en Pensilvania, a la que ella también asistía, en busca de un nuevo inicio.
Con mucho esfuerzo y paciencia de su familia, dejó el alcohol y las drogas, y consiguió un trabajo en la construcción. Era tan hábil para ello que luego creó su propia empresa e incluso levantó una Iglesia, donde años después se convirtió en su Pastor.
El hombre se involucró tanto en la religión que se unió a un grupo de misioneros que viajaron a África para ayudar a reparar chozas dañadas por la guerra.
En 1998, Sam llegó a la aldea de Yei en Sudán del Sur. La nación africana estaba en medio de la segunda guerra civil sudanesa donde se enfrentaba el Ejército de Resistencia del Señor /strong> -una milicia rebelde que había secuestrado a 30 mil niños y asesinado a miles de aldeanos- contra el Ejército de Liberación Nacional de Sudán (ELPS).
En medio de su trabajo en las aldeas, Sam encontró el cuerpo de un niño desgarrado por una mina terrestre. La imagen caló tan hondo en él, que cayó de rodillas y prometió a Dios hacer lo que fuera necesario para ayudar a la gente del sur de Sudán.
Meses después regresó al país para dirigir una clínica móvil y cumplir su promesa a Dios. Fue así como comenzó a viajar por toda la nación que seguía en conflicto y vio con sus propios ojos los horrores de la guerra.
Según relató años después, cuando pasaba por la aldea de Nimule, en la frontera con Uganda, Dios le envió un mensaje y le dijo: “Quiero que construyas un orfanato para los niños. Y quiero que lo construyas aquí”.
Y así lo hizo…
Para poder financiar su sueño, Sam vendió todo lo que poseía en EE.UU. incluyendo su negocio. Con sus propias manos y con la ayuda de algunos miembros del Ejército de Liberación Nacional, Childers comenzó a construir el hogar para albergar a los menores de edad que lo necesitara.
“Nuestra misión es rescatar niños de las zonas afectadas por la guerra no sólo en Sudán sino también en los países que nos rodean. Son niños que sufren enfermedad, desnutrición o crímenes de guerra“, comentó Sam en una antigua entrevista el diario español El país
La gente local pensó que estaba loco, pues en ese momento el LRA -liderado por Joseph Kony– avanzaba con fuerza por la zona y sus crímenes se volvían cada vez más horrorosos. En las noches masacraban aldeas y raptaba a los niños para convertirlos en guerrilleros, venderlos o transformar a las niñas en esclavas sexuales.
Encontré a Dios en 1992. Y encontré a Satán en 1998. Joseph Kony, el líder del LRA, es un terrorista. Tenemos que hacer todo lo que esté en nuestra mano para combatirle”, agregó.
Poco a poco el orfanato comenzó a tomar forma. Durante el día Sam limpiaba y construía las chozas que alojarían a los niños. Durante la noche, dormía bajo una mosquitera colgada de un árbol con una Biblia en una mano y una AK47 en la otra.
Mientras tanto, en Pennsylvania, su familia enfrentó las consecuencias de sus decisiones. La casa en la que vivían iba a ser embargada y Sam tuvo que enfrentar otra difícil decisión: pagar la hipoteca o terminar el orfanato. No podía permitirse ambos. Optó por salvar su casa y reunir fondos de otros lados para el orfanato.

El pastor ametralladora

Con el hogar casi terminado para los niños de Sudán, Sam tomó una postura más radical y comenzó a dirigir misiones armadas para rescatar a los niños del LRA.
No pasó mucho tiempo antes de que las historias de sus hazañas se difundieran y los aldeanos comenzaran a llamarlo “The Machine Gun Preacher”(‘El pastor de la metralleta’).
“Somos los únicos que entramos en sus territorios. Allí, en las montañas de Uganda o Congo, rescatamos a niños heridos o secuestrados, muchos de ellos huérfanos, para devolverles el futuro que les robo Kony y su paranoica milicia”, dijo. “Cuando se trata de cumplir la palabra de Dios no tenemos restricciones. No me pongo límites cuando rescato a niños de la guerra“, señaló al diario El Mundo.

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